Ilustración "Por favor, cortéjame (1ª parte)".
¡Hola a
todos! Como cada mes, ha aparecido la nueva GayBarcelona (nº 88, enero 2012), y
con ella, mi nueva ilustración para el artículo "Por favor, cortéjame"
de Gabriel J. Martín psicólogo de la Coordinadora Gai-Lesbiana de Barcelona y
de Gais Positius. Ésta vez el artículo ha sido dividido en 2 partes, por lo que
éste mes disfrutaremos de la 1ª, dejando reservada la 2ª para febrero.
En ésta ocasión Gabriel ha querido profundizar en una cuestión que en el
mundo del ambiente, a menudo se obvia como algo irreconciliable con los hábitos
para las relaciones gays. Es decir, el cortejo. Lo que a priori parece haber
quedado en propiedad de los heterosexuales, se hecha en falta más de lo que
parece a simple vista entre los gays. La “facilidad” para relacionarse de forma
esporádica sin tener que realizar ningún tipo de seducción para alcanzar el
objetivo, provoca por otro lado, la pérdida de la fascinación y del intercambio
de posibilidades que cada uno puede aportar al otro antes que comprometerse en
una relación a toda prisa. Es por ello que Gabriel nos descubre qué significa
el cortejo y algunas claves para intentar algo más que un polvo a secas.
Y visto el mensaje, aquí está la
ilustración y el porqué de su contenido para interpretarlo: Siguiendo una
referencia que el artículo hace a la película "Superman Returns", y
de forma prácticamente espontánea, Gabriel tuvo la idea de hacer una especie de
homenaje o versión gay del momento relatado. Más espontanea fue la idea de que
además, el personaje que acompañaba a Superman/Gayman... ¡¡tuviera mis rasgos!!
Debo decir que al principio me costó hacerme a la idea y me daba mucha
vergüenza, pero entre broma y broma el comentario fue tomando cuerpo hasta
acabar llevándose a la realidad. Imaginaos, ¿quién no ha soñado alguna vez con
sobrevolar la tierra, en el lugar de Lois en brazos de Superman?? jajaja La
verdad es que ha sido divertido hacer un dibujo así y representarme en
semejante situación con un icono de la infancia tan importante. En cualquier caso,
no hay duda que en ésta ocasión la ficción supera con creces cualquier posible
parecido con la realidad. En fin, aunque yo personalmente no creo en Supermanes
ni en dioses, sí creo en el poder de seducción de las personas y
afortunadamente en el mundo hay grandes galanes listos para cortejarte. ¡¡Sé
uno de ellos!!
Aquí tenéis la 1ª parte del artículo "Por favor, cortéjame" de Gabriel J. Martín:
Por
favor, cortéjame
Gabriel J. Martín,
psicólogo de la Coordinadora Gai-Lesbiana y de Gais Positius. Ilustraciones,
Albert Boté.
Un amigo, bastante joven, me decía
“En mi perfil tengo puesto que me gustan los hombres galanes ¡y sólo me
entran señores de más de 65 años! ¿Es que no hay galanes de mi edad?”.
Iniciamos una conversación sobre el cortejo, sobre cómo a todos nos gusta ser
cortejados y sobre lo paradójico que resulta que -pese a ello y a juzgar por
cómo nos quejamos- parece que los gais no somos especialmente dados a cortejar.
¿Por qué será? Mis últimos artículos han versado sobre temas de calado, hoy
hablaremos de algo más liviano… aunque –también- importante.
¿Antiguo?
¿Pasado de moda? ¿Poco funcional? ¿Invento de Disney? ¿En serio? Helen Fisher
(2004, 2007) ha investigado intensivamente sobre las relaciones sentimentales
en los seres humanos y nos muestra cómo, no solamente en todos los lugares del
planeta (incluyendo aquellos donde se celebran matrimonios de conveniencia),
sino también en todas las épocas de la historia, ha existido el amor romántico
y todo aquello que consideramos que forma parte de él: enamoramiento, cortejo,
convivencia (y ruptura). Añado que, el día que me presenten a un teórico de “el
amor es un invento de los grandes almacenes” que no esconda una profunda herida
emocional, puede que empiece a tomarme en serio sus argumentos. Hasta entonces,
seguiré apoyándome en lo que nos dicen las evidencias científicas y las
evidencias científicas nos dicen que los seres humanos, como los primates que
somos, nos enamoramos y cortejamos al igual que lo hacen los demás animales: el
pavo real exhibiendo sus plumas, las ballenas canturreando y los leones
frotándose los hocicos. En este sentido es muy interesante saber que las
parejas de leones gais también se frotan los hocicos y se acarician mutuamente antes
de copular. Los avestruces gais tienen una danza de cortejo diferente de la que
usan los avestruces heterosexuales y los elefantes gais se entrelazan sus
trompas antes de montarse. Y si los animales gais se cortejan, ¿porqué no
íbamos a hacerlo los humanos gais? En los seres humanos el cortejo es muchísimo
más elaborado que la exhibición de características físicas (que es a lo máximo
que llegan algunos, tú ya me entiendes). Incluye conocerse, despertar el
interés, agradar…
El
problema está en que lo que nos hace suponer el sentido común (que también
cortejamos) no suele darse en la práctica y muchos gais se quejan de que no
sabemos cortejar, de que no nos tomamos interés por despertar la curiosidad del
otro, que no nos molestamos en conquistar. ¿Es cierto eso?
Personalmente
estoy convencido de que es cierto en gran medida y que estas quejas son más que
razonables. Me atrevo a decir que los gais somos poco dados al cortejo (ese
tipo de cortejo que va más allá de enseñar carne) y, de hecho, incluso tengo
una hipótesis de porqué es así: no hemos entrenado. Vale que dicho de esta
manera suena un poco a broma pero, si me lo permites, te lo explico. Los
heterosexuales entrenan durante la adolescencia. Cuando un chico hetero llega a
la edad de plantearse una relación en serio (supongamos que hacia los 25 años),
ya lleva -como poco- desde los 12 años saliendo con chicas, tirándoles los
tejos, tonteando, quedando, intentando captar su atención, demostrándole su
interés... cortejando. Nosotros no hemos entrenado en absoluto, al contrario:
en la adolescencia nos pasábamos el tiempo luchando contra nuestro conflicto
por ser homosexuales, intentando que no se “nos notase” y teniendo un miedo
atroz a que aquel compañero de clase se enterara de que estábamos enamorados de
él. Por otro lado, históricamente, nuestras relaciones han sido siempre veloces
y furtivas: ir al urinario público, echar un polvo rapidito y volver pronto a casa
con la mujer y los hijos. Ésas han sido las tres constantes históricas de
nuestras relaciones: no demostrar nuestros sentimientos, focalizarnos en el
sexo e ir con mucha rapidez. Con estos antecedentes ¿quién puede aprender a
cortejar? Por si fuese poco, y quizá a consecuencia de lo anterior, nuestros
espacios de socialización (el ambiente) están muy focalizados en el
sexo: cruising, saunas, cuartos oscuros y sex-clubs, lo que hace que muchos de
nosotros intentemos evitarlos cuando nos planteamos que nos gustaría conocer a
“alguien especial”. Por cierto, mi hipótesis puede contrastarse empíricamente:
si tengo razón, a medida que ser homosexual se normalice y nuestros
adolescentes puedan relacionarse con la misma naturalidad que los heteros,
entonces será más fácil ver a dos chicos cortejándose y este paso será parte de
nuestro proceso de enamoramiento tal como lo es en los heterosexuales. A ver
qué nos dicen las generaciones futuras.
I. Lo que importa
no es dónde lo conoces, sino qué hacéis después.
Nos metemos con el
ambiente y con lo mucho que focaliza en el sexo y, sin embargo, los locales
siempre están llenos (algo bueno tendrán). Algunos dicen que es porque no hay
más alternativas y otros que porque -en el fondo- nos encanta el sexo. Como
todos los extremos, cada postura tiene parte de razón (y parte de mentira). Es
cierto que los hombres somos muy sexuales y también es cierto que echamos de
menos otras formas de relacionarnos. Quizá una de las cosas que tengamos que
aprender es que los chats, los bares y las saunas sólo ofrecen lo que ofrecen,
aprender que los clubes de solteros gais organizan actividades pero no son una
agencia matrimonial y que si no eres habilidoso en el cortejo, por más que
salgas de excursión con otros cincuenta gais, volverás a casa tal como saliste.
Lo que importa al fin y al cabo no es el contexto en el que conozcas a un
hombre, sino la clase de relación que establezcas con él. Si no te lo curras,
no hay nada que hacer (¿quién te engañó y te dijo que las cosas importantes de
la vida crecen solas en los árboles?).
Comencemos
por aclarar que cortejo es ese proceso a través del cual dos hombres se van
captando mutuamente la atención hasta el punto de desarrollar un genuino
interés por conocerse mejor con la intención de llegar a una posible relación
sentimental. La función del cortejo -fundamentalmente- es despertar el interés
del otro. Evaluar si sois compatibles (o no) viene luego ¡durante el noviazgo!
Habitualmente
la cosa es más o menos así: conozco a un hombre en un bar, nos miramos un rato
hasta que uno se acerca e intercambiamos saludos. Si hay química iniciamos una
conversación que puede seguir toda la noche o cortarse para volver con los
amigos. En ese caso, nos damos los teléfonos ahora. Otra de las cosas que
pueden ocurrir es que salgamos del bar en dirección a alguna de nuestras casas.
Tenemos sexo. Si la cosa ha ido bien y nos atraemos lo suficiente
intercambiamos los números de móvil (ya no para follar, sino para repetir).
Acaba de comenzar el cortejo.
A
partir de aquí iniciamos un proceso a través del cual pretendemos mostrar a ese
hombre que nos interesa y, a la vez, queremos que él se sienta interesado por
nosotros. Hacerlo bien es un arte. A menudo se confunde cortejar con invadir.
Cortejar no significa llamarle cincuenta veces al día, ni entrometerte en su
vida, ni buscarlo en todas las redes sociales y en todas las webs de perfiles.
Cortejar no significa inundar su bandeja de entrada de correo. Cortejar es ir
calibrando la intensidad de nuestras aproximaciones según el impacto que hemos
logrado en su interés por nosotros.
II. ¿Cómo es el
“cortejo gay”?
Me siento un poco
lerdo porque acabo de formular una pregunta que no sé contestar (;P) y que uso
como excusa para decir aquello de “cada uno lo entiende a su manera conforme a
las experiencias que ha tenido a lo largo de su vida... no hay dos cortejos
iguales...”. Pero como tú estás leyendo este artículo para que yo te explique
algo y no para que me haga el listo, trataré de dar un par de claves generales
que puedan ofrecerte pistas para tu propio estilo. Partimos de la idea de que,
durante el cortejo, lo que hacemos es ir manteniendo el buen humor del otro
mientras fomentamos su interés por nosotros y así poder ir compartiendo
nuestros mundos individuales hasta ir creando un mundo compartido hecho de la
intersección de nuestras vidas. O sea: que se trata de que sin renunciar a
nuestra vida, sin que e´l renuncie a la suya, queramos estar juntos y pasarlo
bien para que vaya surgiendo una relación en la que ambos nos sintamos
implicados y comprometidos.
Hay un asunto que muchos gais no llevamos
bien y que tiene que ver con la gestión de las emociones. Ya hemos hablado de
ello en otros artículos y vuelvo a remitirte a un texto fundamental como es “La
rabia de terciopelo” (The Velvet Rage, Downs, 2005) para profundizar en
ello. Es importante saber que tantos años de ocultar nuestros sentimientos
dejan su huella y producen un efecto por exceso o por defecto (sí, a veces nos
pasamos con la exhibición de nuestras emociones y las publicitamos cuándo, cómo
y dónde no toca, pero ya hablaremos de eso otro día). Cuando nos quedamos con
el cliché de “que no se te note que te gusta fulanito” marcado a fuego
durante la adolescencia, al final terminas por sufrir un nudo en el estómago
sólo ante la idea de mostrar tus sentimientos. Racionalizamos ese pavor con
afirmaciones como “aquí todo el mundo va a lo que va” o “eso son mariconadas”
(o “cursiladas”) o “si le demuestro mis sentimientos, él tendrá poder sobre
mí”. Si has elegido al hombre adecuado, mostrarle tus sentimientos sólo puede
traerte consecuencias agradables así que anímate a afrontar tus miedos pasados
y liberarte de esos clichés que siguen impidiéndote vivir tu sexoafectividad
con naturalidad. Cortejar, como salir del armario, es otro paso más en la vivencia
sana de la homosexualidad.
Alguien podría argumentar que no es que
carezcamos de cortejo, sino que el cortejo de los gais es así: inmediato y
sexual. Y yo le daría la razón si no fuese evidente que es un comportamiento
restringido causado por la persecución de una sociedad homófoba que nos
obligaba a la furtividad. El cortejo gay no es así, nos vimos obligados a que
fuese así. No era el cortejo que deseábamos, era el único que podíamos tener.
Las
tres características históricas de nuestro cortejo eran no demostrar nuestros
sentimientos, focalizarnos en el sexo e ir con mucha rapidez. Justo las
opuestas a un cortejo eficaz. Veamos qué sería más funcional.
1. Sexo, ¿no?
Si piensas que
cortejar significa hacerte el estrecho (como sinónimo de “interesante”) mejor
deja de ver culebrones. Los gais no damos al sexo esa trascendencia que le dan
las parejas heterosexuales. Los gais, aunque parezca paradójico, a lo que damos
verdadera trascendencia es a entregar el corazón. Lograrlo sí que necesita de
un verdadero cortejo y haber demostrado que somos ese hombre a cuyo lado él
sería feliz.
El
cortejo empieza detrás del primer (o cuarto) polvo. Cuando quedamos para ir a
tomar un café y hablar de otras cosas. Empieza cuando nos hacemos reír, cuando
encontramos coincidencias en nuestras aficiones, cuando él nos habla de su vida
y nos parece un luchador admirable o un hombre tierno y entrañable. Aún a
riesgo de generalizar en exceso, diré que en los heterosexuales el cortejo
acaba cuando se meten en la cama. En los gais el cortejo comienza en el preciso
momento en que salimos de ella.
El buen sexo es muy importante y, desde
luego, no sólo porque resulta placentero sino también por que supone una
expresión clara de la complicidad entre dos hombres. También pone de manifiesto
que existe atracción entre vosotros y facilita la elaboración del vuestro
vínculo emocional. Tras el orgasmo aumentan los niveles de oxitocina en sangre.
La oxitocina es conocida en neuropsicología como la “hormona del amor” porque
su efecto sobre nuestro cerebro hace que se fortifiquen los lazos con la
persona que está cerca de nosotros cuando se libera esa hormona, nos hace
sentir más confianza, ser más generosos y más empáticos. Como ves, ese efecto
sobre nuestro cerebro hace que tras un buen orgasmo juntos, él nos parezca
mucho más próximo y que nos sintamos más unidos. Añadiré que los abrazos y las
caricias también liberan oxitocina así como el compartir “momentos especiales”.
El sexo es fantástico aunque –como tú ya sabes- no lo es todo.
2. Tómate tu
tiempo
Personalmente me
sorprende mucho cómo una enormidad de gais se van a vivir juntos apenas pasados
dos meses de conocerse. Te dicen cosas como “es que estamos seguros de lo que
sentimos y, además, los dos creemos en la pareja”. ¡Nooooooo! La están cagando
espectacularmente. Si una receta dice que cocines el pollo durante una hora a
120º y tú lo pones a 240º ¡conseguirás quemar el asado en la mitad de tiempo!
La pareja no se forma con una decisión, la pareja se construye por medio de un
proceso que dura su tiempo y que tiene unos pasos que no te puedes saltar
porque éstos tienen que ver con cómo tu sistema emocional crea los lazos
afectivos. Decid que no sois capaces de vivir solos, o que estáis asustados
ante el miedo de que se os pase esta oportunidad. Pero no os engañéis porque
luego, cuando salga mal (que saldrá), le echaréis la culpa a todo menos a
vuestra incapacidad y seguiréis tropezando una vez tras otra contra el mismo
obstáculo[1].
Mejor tomaros vuestro tiempo para interesaros el uno por el otro y disfrutar
del descubrimiento mutuo.
Nadie emocionalmente equilibrado dice “te
quiero” a las dos semanas de estar saliendo con otro hombre. A veces cuesta
escapar de alguien tan vehemente en las expresiones de sus afectos pero, siendo
honestos, no es que estéis viviendo un cuento de hadas… es que confunde
“enamorado” con “ilusionado”, “querer” con “desear”… y las confusiones no
suelen llevar muy lejos. Por mucho que te encante sentirte tan deseado y
necesitado, sé honesto sobre tus emociones presentes y no las confundas con las
que te gustaría estar viviendo ya. Si sólo es interés e inquietud (esas
cosquillitas) no lo llames “enamoramiento”… al menos no hasta que se convierta
en un enamoramiento real. Creer en los cuentos de hadas es tomárselos en serio:
si crees en el amor, no lo confundas con un sucedáneo. Amor no es dependencia,
amor no es espejismo, amor no es irracionalidad, amor no es ir antes de tiempo.
El vínculo, el enamoramiento, se genera
con los encuentros, con el interés que se despierta en el uno por el otro, con
los buenos ratos compartidos… en lugar de emocionarte con la adrenalina, deja a
tu cuerpo producir oxitocina a su ritmo... ya verás qué subidón.
Por último recuerda que “uno se enamora
de un proyecto de vida”, es decir: uno siente amor cuando se encuentra con
alguien a cuyo lado uno puede ser quien siempre ha sido. Te enamoras de alguien
compatible. Los extremos opuestos se atraen porque se producen curiosidad, pero
no suelen ir más lejos de una aventura. A medio plazo, o hay compatibilidades,
o es imposible una convivencia satisfactoria. Durante el cortejo mostramos al
otro la vida que podemos compartir: el tipo de ocio que nos gusta, los detalles
que somos capaces de tener, nuestros intereses, prioridades. No lo hacemos en
profundidad (eso ocurre durante el noviazgo, hace falta tiempo) pero en el
cortejo dejamos entrever qué clase de vida “le ofrecemos” (y durante el
noviazgo demostramos que no era “de boquilla”).
Cuando estaba rumiando este artículo vi
“Superman returns”. Hay una escena en la que él lleva a Lois a volar. Hablan de
sus vidas, ella se ha casado y su marido es piloto: “Me lleva a volar a veces”
y él le contesta “Sí, pero seguro que nunca como conmigo”. Entonces la cámara
se dirige hacia abajo, el mundo queda bajo sus pies y ella se da cuenta de que
él le está ofreciendo todo aquello. Me pareció una metáfora fantástica del
cortejo, un perfecto “ven conmigo, mira la vida que te ofrezco”. Si Superman
fuese gay, también cortejaría volando ¡estoy seguro!
[1] Vale… vale:
hay excepciones.
*¡¡No te pierdas la 2ª parte del artículo el próximo més!!
*El resto de artículos escritos por Gabriel J. Martín con lo que he colaborado, los encontraréis con sus respetivas ilustraciones en éste mismo blog.
*Recordad que si no tenéis a vuestro alcance la edición impresa de la revista, podéis descargaros ésta y otras ediciones pasadas en www.gaybarcelona.net/revista/.
La ilustración "Por favor, cortéjame" es propiedad de Albert Boté, y se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 España.
Permisos que vayan más allá de lo cubierto por esta licencia pueden encontrarse en http://albertbote.blogspot.com.
Hermoso artículo! Reconfortante.
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